domingo, 15 de septiembre de 2013

Capítulo 3 - Encuentros


Uriane ya tenía una idea clara para el dibujo de hoy. Estaba con la cabeza por las nubes, aún no había sacado el lápiz pero su mente se había perdido en los trazos que formaba.

Ya estaba llegando al banco en el que solía sentarse a dibujar cuando, al alzar la cabeza, se encontró con una pequeña sorpresa. No estaba sola. Su banco estaba ocupado. Y ya no podía dar vuelta atrás, el chico en cuestión ya se había dado cuenta de que sus intenciones pasaban por sentarse allí y la estaba mirando a los ojos, como retándola.
Uriane nunca había sido una chica tímida, lo cual no incluye extrovertida, pero sí valiente. Aceptó el reto con gusto, y en unos pocos pasos ya se había sentado a su lado, en su banco de siempre.

Ella trató de ignorarlo. Hacer como si fuera un día más. Pero no lograba apartar la sensación de que los ojos del chico seguían clavados en ella, en su dibujo. Examinándola, cada centímetro de ella. Pero cuando lo miraba por el rabillo del ojo siempre lo encontraba mirando hacia otro lado, al móvil, al suelo, al horizonte, a los papeles que llevaba con él… Nunca a ella.

A todo esto, su mente, antes agitada y vivaz, se había quedado en blanco. El lápiz, posado a unos milímetros del papel, inmóvil. Y ella no podía apartar los ojos de su compañero de banco.

En una de sus miradas furtivas se había dado cuenta de que los ojos del chico no eran de otro color sino verde, de un tono oscuro, profundo, infinito. Se había quedado ensimismada, perdida en ellos. Claro, que, no era el único atractivo que tenía. En realidad, la idea de que podría estar trabajando como modelo masculino no le hubiese sorprendido en lo más mínimo.

Uriane empezó a revisar su cuerpo más a fondo. Tan enfrascada estaba en sus músculos que no se dio cuenta de que él la estaba mirando. Cuando por fin se encontró con sus ojos, no logró deducir qué estaba él pensando. Su mirada era completamente inescrutable.

— No eres una chica corriente —dijo él con voz pausada—. Me llamo Deron.

Uriane tenía su mano extendida frente a ella.

— Uriane.

Se tocaron, palma con palma. Y, para decepción suya, no sintió ninguna chispa, escalofrío o extrañeza.

Deron le sonrió.

— ¿Sueles venir por aquí?

Uriane no quiso responder esa pregunta de un extraño. Simplemente se le quedó mirando, con desconfianza. Y a pesar de que su sonrisa probablemente tuviera el objetivo de calmarla y confiarla, no lograba que ninguna de esas sensaciones la invadiera. Ni en lo más mínimo.

Deron se percató de ello, pero no por eso retiró la sonrisa. Quizá incluso la ensanchara más.

— Me tengo que ir, pero presiento que nos veremos nuevamente pronto —dijo él.

Si bien estrechar las manos no había tenido ningún efecto sobre ella, sus últimas palabras sí lo tuvieron. El modo en el que había pronunciado “pronto” tal vez. Como si fuera algo más que una premonición, un aviso.





Al llegar a casa estaba exhausta, aún tenía todo el cuerpo en tensión por el encuentro con Deron y su mente no dejaba de darle vueltas a la conversación que habían mantenido, si es que se le podía llamar de esa manera.

Un ruido interrumpió sus pensamientos. Era su móvil.

— Uriane, estoy en el parque, y tú no —con lo inesperado del encuentro había olvidado su cita con Julene.

— Lo siento, hoy me he ido antes. Se me había olvidado que vendrías.

— ¿Qué ha ocurrido? —a veces Julene era irritantemente perceptiva.

— Nada —Uriane no tenía muchas ganas de explicárselo.

— Cuenta, cuenta. O empezaré a imaginarme cosas completamente fuera de sentido.

Uriane amaba cómo lograba Julene sonsacárselo todo mediante juegos. Pero no esta vez. La perturbación aún no había disminuido.

— Te lo cuento mañana, ¿vale? —respondió esquiva.

— Si no me lo quieres contar ha debido ser algo grave… —Julene seguía haciendo uso de un tono jocoso, pero Uriane presentía que empezaba a preocuparse.

— Simplemente… —no encontraba las palabras adecuadas—. Digamos que he tenido un extraño encuentro.

— ¿Con alguien que yo conozca?

— No, era un chico que se había sentado en mi banco.

Uriane escuchó la risa de Julene a través del teléfono. De algún modo hizo que se relajara ínfimamente.

— Y te has tenido que sentar en otro, ¿es eso?

— No, me he sentado en mi sitio de siempre.

— ¿Tan feo era pues? —Julene no podía más que ver la parte cómica de la historia.

— No, no era feo —Uriane sabía que eso no era verdad del todo, el físico de Deron se merecía muchísimo más que eso, pero, obviamente, no iba a admitirlo.

— Vale —asintió Julene arrastrando las vocales, conocía a su amiga lo suficiente como para saber que no le estaba diciendo toda la verdad—. ¿Y qué ha hecho el chico “no feo” entonces?

— Nada.

— ¿No habéis hablado o algo? —en esa historia había algo más que su amiga no quería decirle.

— Eres una cotilla —dijo Uriane que ya había recobrado algo de su sentido del humor.

— Lo sé —rió Julene.

— Como que nos hemos presentado y como que me ha dicho que pensaba que nos volveríamos a ver.

— ¡Ay, madre! —gritó Julene— ¿Habéis intercambiado números?

— No, por dios, ¡no! —negó con fuerza solo de pensarlo— Nos hemos dado la mano y nada más.

— ¿Y qué es lo que te preocupa entonces? —Julene había dado en el clavo.

— La forma en la que ha dicho “pronto” —confesó conteniendo la respiración—. Me ha dicho; “Me tengo que ir, pero presiento que nos veremos nuevamente pronto” —Uriane lo recordaba a la perfección—. ¿No te parece un poco… escalofriante?

— No —admitió Julene para sorpresa de Uriane—. Me parece que le has causado una muy buena primera impresión a ese chico.

Sus palabras eran sugestivas y Uriane sabía a qué se refería con ello.

— ¿Otra vez con lo mismo? —se quejó ella.

A partir de ese punto la conversación comenzó a dirigirse hacia otros temas más inofensivos, consiguiendo que el humor de Uriane mejorara. Ese día no terminaron de hablar hasta entrada la noche, y no sin la promesa de quedar para otro chocolate pronto.





Al ir a dibujar a la tarde siguiente un suspiro de alivio dejó a Uriane. No había nadie más en el parque. No se había relajado del todo cuando se sentó, pero empezó a dibujar de todas formas.

Cada vez que oía pasos, algún ruido o incluso voces se alertaba. Se ponía rígida y alzaba la cabeza casi imperceptiblemente para saber la procedencia del sonido. Cuando por fin se aseguraba de que no era Deron era cuando finalmente volvía a relajarse y a dejar que el trazo volviera a fluir.

Llegado un punto decidió que en ese estado de alerta en el que estaba le iba a ser imposible dibujar nada. O, al menos, improbable.

Suerte que Julene decidió aparecer en ese momento.

— ¿No has terminado aún el dibujo? —le preguntó.

— Ni lo voy a terminar —se desanimó Uriane—, no consigo concentrarme.

— ¿Hace un chocolate? —Julene ya sonreía solo de pensarlo.

Uriane recogió sus cosas también con una sonrisa.

— Por supuesto.





No buscaron más y acudieron a la cafetería de la última vez. Les gustaba mucho porque estaba en una zona tranquila y recogida. Era la típica cafetería familiar.

Se sentaron, pidieron sus chocolates y se pusieron a charlar de todo y de nada al mismo tiempo.

Pero Uriane no estaba tranquila del todo. No creía que Deron apareciera, intentaba convencerse a sí misma de que todo lo que sentía era paranoia sin sentido, miedos infundados.

— Uriane —susurró su amiga.

Esto por fin llamó la atención de Uriane, que llevaba un buen rato perdida en sus pensamientos.

— Acaba de entrar un chico guapísimo —se interrumpió y miró hacia la puerta, que estaba frente a ella, pero a espaldas de Uriane—, y está mirándote.

— ¿¿Qué?? —preguntó alarmada, pero también susurrando.

— Uriane, ¿eres tú? —oyeron las dos.

Entonces por fin lo vio, para su asombro y haciendo ciertas sus sospechas, Deron estaba a su lado.

— ¿Os conocéis? —intervino Julene sin poder quitarle los ojos de encima.

— Algo así —respondió Deron por Uriane, que se había quedado congelada en el sitio. Ella no quería hablar con él. No quería tener ningún tipo de contacto, en realidad—. Nos encontramos ayer en el parque que está aquí al lado.

Julene no pudo más que formar una “O” con su boca y mirar a Uriane todavía con el mismo gesto en la cara, pidiéndole respuestas y explicaciones.

— Y tú eres… —inquirió Deron.

— Es mi mejor amiga, Julene —reaccionó Uriane por fin. No iba a dejar que ningún chico, por muy misterioso y perturbador que fuera la dejase sin habla.

— Yo soy Deron —se presentó él, antes de extender su mano hacia Julene.

— Encantada —Julene, por el contrario ignoró su mano, se levantó y le dio dos besos sin vergüenza alguna.

— ¿Cómo tú por aquí? —preguntó Uriane aparentando normalidad, pero todos notaron el mensaje que se escondía tras sus palabras.

— Es gracioso que lo preguntes. He estado buscándote en el parque, pero no estabas. Así que he decidido tomarme un descanso.

Tanto Julene como Uriane estaban algo sorprendidas.

Entones, Deron sacó algo del bolsillo, y todavía con el puño cerrado, extendió el brazo y se lo ofreció. Al abrir la mano Uriane pudo ver uno de sus lápices de dibujo. Esto la sorprendió más aún, ya que siempre se cercioraba de que no le faltaba ningún material antes de irse, y el día anterior no había sido una excepción, ¿o sí?

— Te dejaste un lápiz —dijo Deron al no recibir respuesta.

— Gracias —se lo agradeció Uriane finalmente.

— De nada —respondió Deron con una sonrisa— ¿Puedo sentarme con vosotras?, ¿interrumpo algo?

— Siéntate —le ofreció Uriane, pero los dos sabían que era en realidad un reto.

Deron, sin rastro de duda, se sentó a su lado.

— Nunca te había visto antes —comentó Julene.

— Me acabo de mudar. Antes vivía aquí, y acabo de terminar los estudios en el extranjero. ¿Y vosotras?

— Estudiamos juntas en la universidad de Bellas Artes. Este es nuestro primer año aquí.

— ¿Estáis viviendo juntas?

— No, todavía no nos hemos independizado. Pero planeamos hacerlo el año que viene. ¿A que sí, Uriane?

— Cierto —no quería intervenir más de la cuenta. No estaba a gusto junto a Deron, y no quería que se le notase. Por otra parte, Deron la intrigaba. Y quería saber si lo que decía era cierto o se lo estaba inventando— Entonces, ¿vivías en este barrio?

— No, en una villa de las afueras.

— Ajá —asintió Uriane. Estaba llegando a la conclusión de que o lo que decía era verdad, o era un muy buen mentiroso, no había dudado en ninguna de las respuestas.

— ¿Vuestro amigo va a pedir algo? —intervino el camarero en ese momento.

— Un café —pidió Deron—. Y trae la cuenta, yo invito —dijo giñando un ojo a Julene.

— No es necesario —intentó discutir Uriane. No le hacía ninguna gracia que un casi desconocido les pagara las bebidas.

— Lo sé —respondió Deron, retándola con la mirada.

Uriane se dio cuenta entonces de lo cerca que estaban. Los dos sentados en el mismo banco, uno al lado del otro. Y en ese momento girados los dos para mirarse a los ojos.

Pero ella frunció el ceño y lo dejó ir.

— Uriane, quizá quieras revisar la hora —intervino Julene con la preocupación pintada en el rostro.

No sabía cómo, ni cuándo se les había hecho tan tarde, pero tenían que irse ya si querían cumplir con su deber como estudiantes.

— Deberíamos irnos —afirmó Julene—. Ojalá nos veamos otro día, Deron. Ha sido un placer conocerte.

A Uriane no le hizo mucha gracia oír las palabras de su amiga, pero no dijo nada.

Se levantaron los tres, para que Uriane pudiera salir del banco, y se despidieron de nuevo.

Esa noche los sueños de Uriane no fueron tranquilos.





La tarde siguiente también se le hizo extraña a Uriane. No quería encontrarse con Deron, y algo en su interior le decía que algo pasaría, llamémoslo intuición. Tenía muchas ganas de ir a dibujar al parque y no quería que el hecho de haberlo conocido la condicionara hasta el punto de no poder llevar a cabo lo que le viniese en gana. Pero el solo pensar en él hacía que unos extraños sentimientos afloraran, y no eran positivos. Algo entre escalofríos y temor. Y Uriane no dejaría que un chico, por muy extraño y sospechoso que le pareciera, le suscitase tales emociones.

Para su sorpresa Deron no apareció. Y le resultó aún más extraño el hecho de que a pesar de que el nudo que tenía en el estómago se hubiese aflojado, eso hizo que también se sintiera algo decepcionada.

La semana transcurrió sin más incidentes y Uriane no podía estar más ansiosa. Se sentía como una presa acechada por su depredador más peligroso. Y éste último estaba esperando el momento perfecto para abalanzarse sobre ella. Justo cuando más desprevenida e indefensa estuviera aparecería él. Estaba segura de ello.

2 comentarios:

  1. He descubierto tu blog por casualidad y me he enganchado a la historia!!!! ¡¡ME ENCANTA!!
    Me quedo por tu blog, voy a seguir la historia!!

    Te espero por mi blog. :)

    - sonreír desde dentro -

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchísimas gracias ^^.
      Yo también te sigo ;).
      Besos desde lecturasilenciosas.blogspot.com

      Eliminar