Aquella noche de reyes, aquella noche en que los reyes
magos, dejaron de serlo.
Mi familia y yo teníamos la costumbre de acudir a la cabalgata del 5 de enero. Esa que puede verse la víspera de reyes, la noche anterior a esa mañana llena de alegría e ilusión en que te despiertas temprano por primera vez desde que empezaron las vacaciones de Navidad solo por la curiosidad de saber lo que puedes encontrar bajo el árbol. Nosotros solíamos verla con mis abuelos, mis tíos y mis primos. Era una noche fría, en la que mamá insistía más de lo normal —que ya era mucho— en que vistiéramos toda la ropa que cupiera bajo los abrigos. Todos los años la veía con la misma emoción creciente a medida que iban pasando las carrozas; con el mismo entusiasmo al ver volar los caramelos que eran arrojados para nosotros, los niños. Hasta aquella noche de reyes.