lunes, 6 de mayo de 2013

Capítulo 1 - El Dibujo


Ya empezaba el otoño y los días eran cada vez más fríos. “Adiós a las camisetas de manga corta.”, pensó Uriane con amargura. Aquella mañana había cometido el error de ponerse una y estaba sufriendo las consecuencias. No había sido una buena decisión ponerse unos vaqueros, un par de deportivas y una camiseta que no abrigaba mucho; también llevaba la sudadera, pero hacía demasiado frío como para que fuese suficiente. Todavía debía recorrer andando el parque para llegar a su manzana, pero sonrió para sí y prosiguió su camino.
Al llegar vio lo que más le entusiasmaba del otoño: los colores. Le encantaban los tonos rojizos que lograban las hojas de los árboles, tan vivos aunque significaran el final del verano y el comienzo del invierno. Pero lo que más le gustaba era plasmarlos en el papel. Decidió que mañana mismo iría a dibujar al parque, pero antes debía acabar un trabajo para la universidad.

“La universidad...”, pensó ella. Hacía poco que había empezado el curso, pero estaba muy entusiasmada. Estaba aprendiendo muchas técnicas nuevas que ansiaba probar en el papel de sus propios dibujos. “Mañana” se recriminó “, hoy tengo que terminar el trabajo.”

Nunca le había gustado seguir órdenes, aunque fueran trabajos. No era vaga, es que le gustaba más ir a su aire, dibujar lo que se le pasaba por la cabeza, y no lo que le decían. Por eso se convertiría en una famosa ilustradora de dibujos animados, pues ése era su sueño, y algún día lo cumpliría. Sin embargo, para ello antes “debía estudiar mucho y trabajar duro”, como siempre le decía su madre.

En realidad, su madre adoptiva. Para ella seguía siendo su madre, ya que no conocía a la biológica, y la quería como tal. Elaine siempre la había tratado como a su verdadera hija, nunca había habido problema en ello. Al igual que con su padre, siempre querría a Tom. No hacía falta tener lazos de sangre con ellos para amarlos, Uriane lo sabía.

Por fin llegó a casa.

— Ya he vuelto mamá —dijo antes de darse cuenta de que estaba sola.

Se le hacía extraño, pero se dijo a sí misma que se acostumbraría.

Miró a su izquierda y vio su reflejo en el espejo. Su cara ya no tan morena después de los últimos meses sin sol, su corto pelo negro azabache y sus fríos ojos, tan claros como el cielo en un día despejado. Se sonrió y siguió su camino pensando que ya era hora de ir a la peluquería a que le cortasen las puntas.

Desde que había decidido cortárselo nunca se había arrepentido. Le encantaba cómo le quedaba, pero lo mejor era lo práctico que era. No creía que se lo volviera a dejar largo en la vida. Sonrió. Además, el tono de su pelo era ideal para aquel peinado. Era de un negro azabache, a veces incluso decían que tenía reflejos rojos como de fuego, pero ella sabía que era por la luz. Otras le habían preguntado dónde compraba el tinte. Pero todas se equivocaban, pues era su color natural. Pero no podía negar que ese tono en particular parecía un tanto artificial. Volvió a sonreír pensando en la de chicas que la habían envidiado por eso, y tantas otras que habían intentado copiarla, pero sin buenos resultados.

Quizá lo más impactante de su rostro era el contraste que había entre su melena y sus ojos. Demasiado claros, pensaba ella. Pero en el fondo le gustaban. Se quería, no como otras muchas chicas de su edad, que lo único que veían en ellas mismas eran defectos. Hace unos años no pensaba igual, pero había madurado, y mucho.

Llegó a su cuarto, su cueva, toda llena de los dibujos que había hecho desde que aprendió a sostener un lápiz. Sonrió al pensar en ello. Su vida siempre había estado dedicada a ello. “Siempre”, pensó.

Llegó a su mesa, igual de abarrotada, e intentó hacer un espacio hasta llegar al botón de encendido del ordenador. Mientras esperaba a que se cargara observó un dibujo hecho a carboncillo unas semanas atrás. Escenificaba un ángel alzando el vuelo. Recordó lo vívido que había sido el sueño que la había inspirado. Soñó que un ángel iba en busca de un tesoro, y que recorría el mundo hasta que su despertador la hizo consciente de que era imposible, aun así nunca dejaba escapar oportunidades como esa, y lo retrató.

Al ver que el ordenador aún no estaba operativo, lo cogió y lo colgó sobre su mesilla de noche. No sabía qué tenía ese dibujo que la emocionara tanto, a simple vista parecía uno más entre los miles que había colgados por las paredes y el techo de su habitación, pero no lo era. Lo sabía.

Por fin el ordenador pareció responder y Uriane se puso al trabajo, hasta que un sonido proveniente de su mochila la interrumpió. Sacó su móvil del bolsillo y vio que se trataba de Julene. Nunca podría enfadarse con ella por hacer que dejara su trabajo por un momento, así que cogió.

— Hola, Uriane —saludó antes de que pudiera articular palabra; era una de sus aficiones favoritas, ver lo rápida que podía ser hablando.

— Hola, Julene —dijo Uriane con una media sonrisa.

— ¿Te pillo en mal momento?

— No, ya casi he terminado el trabajo —mintió ella. Pero, ¿qué era un trabajo comparado con la única amiga de verdad que había hecho en toda su vida?

— Genial. Es que necesitaba hablar contigo.

— ¿Sobre qué?

— ¡Sobre lo que sea! —saltó alegremente—. ¿Sabes quién es Jhon? ¿El chico ése tan guapo de un curso más?

— Me suena el nombre.

— “Me suena el nombre", ¿pero tú te has oído? —se irritó ella, como siempre que hablaban de chicos. No podía entender cómo podía Uriane no fijarse en ellos, cuando para ella eran casi una obsesión. Al otro lado del teléfono Uriane sonreía sin poder contenerse—. Es el chico más guapo que he visto, al menos con mis propios ojos. Bueno, quizá detrás de Adam.

Uriane no pudo contenerse y dejó escapar una carcajada. Le encantaba la habilidad de Julene para hacerla reír.

— No te rías, es guapo, pero Adam era un verdadero Adonis. Aunque no es a lo que iba. ¿A que no adivinas quién le gusta?

— Ni idea.

— ¡Tú! —le gritó exaltada—. Todo el mundo dice que está detrás de ti, y hoy lo he confirmado.

— No me digas cómo.

— Fui hasta él abriéndome paso a través de todas sus admiradoras —empezó, como contando una gran aventura—, entonces me acerqué y le dije: “Hola, soy la mejor amiga de Uriane, ¿sabes quién es?” “Sí.”, me respondió él —continuó relatando, pero con un tono más grave cuando hacía de chico—. “¿Es cierto que te gusta?” le pregunté yo entonces. ¿Y sabes qué me dijo?

— ¿Que no le interesaba una chica como yo?

— ¡No, boba! Dijo que sí.

Uriane no pudo hacer otra cosa que rodar los ojos, aunque, como siempre, una amplia sonrisa acompañaba al gesto.

— ¿Y qué pasó después?

— Que me fui corriendo para decírtelo lo más pronto posible —dijo con tono alegre.

— Julene, es que a mí él no me gusta.

— Lo sé —afirmó como divertida.

— ¿Entonces? —preguntó Uriane sin saber qué esperarse.

— Mañana seguro que te pide salir, tú le dices que no, y yo, como buena chica que soy, me convierto en la encargada de recomponer los trocitos de su destrozado corazón. Y empezamos a salir. ¿Qué iba a ser sino? —dijo con ironía.

Ahora sí que rió Uriane con ganas, no creía que algún día llegara a entender los planes románticos de Julene.

— Eres de lo que no hay —le dijo.

— Lo sé.





La tarde siguiente fue al parque a dibujar como tenía planeado. Había vuelto a soñar con el ángel buscador de tesoros y estaba especialmente ansiosa por empezar a dibujarlo.

Se sentó en el banco de siempre y cogió bloc y lápiz, preparada para proyectar su sueño en papel. Antes de siquiera posar la punta del lapicero se quedó mirando el vuelo de las hojas secas haciendo pequeños tornados a unos pocos centímetros del suelo.

“Son los efectos de la naturaleza los que inspiran al artista. Los sonidos que nos envuelven, las personas con las que conversamos, lo que nos transmite el subconsciente. Todo aquello que vivimos. Nunca hay que despreciar cada uno de los regalos que nos dan las experiencias del día a día. Hay que aprovechar el presente, vivirlo, como si no fuera a haber un mañana. Nunca es lo que podría haber sido, por lo que nunca hay que pensar en ello. Hay tiempo de todo, lo que tenga que pasar llegará cuando deba.”

Uriane dedicó unos momentos a darle vueltas a estos pensamientos, pero enseguida se dispuso a dibujar. Arrugó el ceño y se concentró en plasmar el recuerdo que tenía de su sueño. Empezó con un suave boceto, para luego retocar y resaltar las partes más significativas. Inmersa en la actividad, perdiendo la noción del tiempo, sin saber ya dónde se encontraba, lo que la rodeaba.

Todo se centraba en el bloc frente a ella, los trazos de lápiz que aparecían frente a sus ojos. Su mano se movía con gracilidad sobre el papel, guiada como por una mano invisible que ya no pertenecía a su mente. Un instinto de artista. Una actividad tan repetida que parecía automática. Pero cada dibujo era único, irrepetible. Y no pensaba en lo que debía hacer, sino en lo que debía aparecer. Como si no fuera la responsable de sus actos, de sus movimientos. El dibujo avanzaba, a ratos deprisa, otros a velocidad más moderada. Los detalles se continuaban unos a otros y ella no podía parar, no quería parar.

Después de un buen rato alzó la vista del papel y pudo al fin disfrutar de su creación: un ángel de mirada penetrante sorprendido antes de alcanzar su tesoro con las alas a medio replegar y arrodillado. Se quedó sin respiración durante unos segundos antes de mirar más allá y ver a su amiga.

Una chica menudita estaba sentada en el banco de enfrente. Mirándola fijamente con sus ojos color avellana centrados en un rostro pálido y sonriente. Su pelo largo y castaño apagado volaba siguiendo los mandatos del viento, cada mechón dirigido en una dirección diferente. Su melena era todo un revoltijo de pinceladas y trazos que se pegaban a su rostro, impidiéndole ver hasta que los apartaba.

— ¿Me lo enseñas? —preguntó Julene.

Uriane se lo entregó, aquella escena no era del todo insólita.

— Interesante... —murmuró ella— ¿Las alas de los ángeles no son blancas?

— Supongo.

— Pues —empezó pero casi sin saber cómo continuar—, las de éste son grises.

— Déjame ver —pidió ella.

A Julene no le asombró que Uriane no fuera consciente del todo de lo que había dibujado ella misma, sabía que cuando se concentraba de esa manera en pintar interrumpirla era del todo inútil. Era como una sonámbula del dibujo, y ya se sabe lo que pasa cuando se saca a un sonámbulo de su sueño.

— Es cierto —afirmó tras reparar en ello—. Son grises, qué extraño.

— ¿Qué te apetece hacer ahora?

— Si quieres podemos ir a tomar algo.

— ¿Un chocolate?

Las dos se sonrieron con complicidad y se levantaron en busca de la cafetería más cercana.





Al llegar se sentaron en una mesa y esperaron hasta que el camarero las atendiera. Pidieron dos chocolates y empezaron a charlar.

— Bueno, ¿qué tal con Jhon? —preguntó Uriane curiosa, pero intentando que no se le notara. Que Julene aún no hubiera dicho nada solo podía querer decir que no tenía buenas noticias. De otra manera no hubiera dudado en narrar hasta el último detalle.

— Ni me lo preguntes —contestó con algo de dramatismo—. Horrible, ese tío es imbécil. Le dije que no se preocupara porque tú rechazabas a todos, pero que si quería podíamos quedar algún día. El muy descarado me dijo que yo no era tan guapa ni estaba tan buena como tú. Así que se dio la vuelta y se marchó. ¡En serio! ¿Quién se ha creído ése que es?

Julene parecía realmente disgustada, de modo que Uriane se contuvo la carcajada. Pero no pudo hacer desaparecer la sonrisa de su rostro.

— Muy bien, gracias por tu comprensión —parecía dolida, pero Uriane sabía que no lo estaba realmente.

— Lo siento —dijo aún intentando contener la risa.

— Vale, pero dejemos el tema —Julene no parecía del todo convencida.

— Ya verás como la semana que viene lo recuerdas y te ríes aún más que yo —intentó animarla Uriane.

Julene le dirigió una mirada bastante expresiva.

— O dentro de un mes —se corrigió Uriane con una sonrisa. Todavía no podía creer que hubiese encontrado una amiga como ella.

Julene no parecía muy de acuerdo, pero aceptó. En ese momento llegaron los chocolates.

— Que los disfruten —dijo el camarero con una sonrisa antes de irse.

— Más disfrutaría hablando contigo —se atrevió a decir Julene al ver lo guapo que era el chico, lo que hizo que Uriane se sonrojara.

— Julene... —se quejó su amiga en voz baja.

— Con que, Julene. ¿Me darías tu número? —intervino el camarero.

— Por supuesto —respondió coqueta. El chico sacó su móvil del bolsillo y lo apuntó, después le hizo una llamada perdida para que ella tuviera el suyo. Entonces se marchó, pero no sin antes lanzarle una última sonrisa.

Cuando ya estaba lo suficientemente lejos como para no oírlas, Julene, entusiasmada, comentó:

— ¿Has visto eso?

—Sí —respondió Uriane algo estupefacta, todavía sin poder creérselo—, acabo de ver cómo intercambiabas números de móvil con un desconocido.

— ¡Era guapísimo! —argumentó su amiga— Ese pelo... ¡y esos ojos! Por poco me derrito cuando me ha sonreído de esa manera.

— Entonces… puede decirse que ya has olvidado a Jhon -comentó jocosa.

Julene le echó una mirada de pocos amigos, pero en el fondo sabía que era verdad, así que las dos lo dejaron pasar y empezaron con los chocolates.

Uriane le sonrió y Julene hizo lo propio al verse los bigotes de chocolate que se les habían quedado. Las risas no tardaron mucho en acabar convirtiéndose en carcajadas.

Fue una tarde perfecta para las dos amigas, quizá de las últimas que compartirían.

7 comentarios:

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    1. Muchas gracias por tu apoyo ^^.
      Besos desde http://lecturasilenciosas.blogspot.com

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    2. Por cierto, ya he visto tu blog; está genial ^^.
      Estaré encantada de leer tus novelas cuando las acabes (no soy muy fan de dejar una historia a medias, ni siquiera un capítulo), pero me iré pasando para ver qué tal vas ;). ¡Ya te sigo!
      Besos desde http://lecturasilenciosas.blgospot.com

      Por cierto, ¡me encanta la música del blog! Es de la película "The Host", ¿verdad? Es increíblemente inspiradora (aunque no sepa exactamente qué es lo que dice, jeje)

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  2. a mi también me encanta el otoño!
    que interesante lo del sueño del angel..es el dibujo que tienes hecho, verdad?? me encantó la reflexión que tuvo en el parque, es verdad que la naturaleza inspira mucho.
    me gustó mucho este capitulo y dejame decirte que tu escritura ha mejorado muchísimo, no hay comparación de lo que escribistes en Aila, a esto.
    sigue así, porque cada vez lo haces mejorr!!
    te seguiré leyendo!!

    un besoo

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    1. Muchísimas gracias Anyi, tus comentarios me inspiran.
      Yo también he notado mucho la mejoría, cuanto más escribo más fácil me es. Sobre todo en comparación con Aila, que la empecé hace ya un par de años. Cómo pasa el tiempo, ¿eh?
      En cuanto al dibujo, no se trata del mismo ángel. El que yo he hecho es Deron, ya mencionado en el prólogo. No me atrevería a competir o intentar ajusticiar el talento de Uriane para el dibujo, no sería justo ;).

      Muchos besos desde http://lecturasilenciosas.blogspot.com

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  3. ¡Hola Leyre! He visto varios comentarios tuyos en el blog Los viajes por Naralón y me he animado a pasarme por uno de tus blogs^^.
    He comenzado a leer tu historia y he de decirte que me gusta mucho^^.
    Espero noticias tuyas pronto.
    Besos desde http://ignisetgelu-ignis.blogspot.com.es

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    1. Muchas gracias por el comentario ^^.
      Te visitaré pronto.
      Besos desde http://lecturasilenciosas.blogspot.com

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