sábado, 4 de mayo de 2013

La Espera

Espe nunca se había enamorado. Ni si quiera había sentido por ningún chico algo que no fuera amistad, y, por supuesto, nunca había tenido novio. Sus amigas le habían puesto asexual como mote cariñoso, y ella nunca se sintió mal por ello. Lo daba por un hecho normal y natural en su vida y jamás había intentado cambiarlo.

Pero esa vez fue diferente. Cuando Marcus llegó al instituto ese chico catalán de pelo castaño claro y ojos tono ámbar miel se apoderó de todo, de su razón, de su tiempo, de su mente... y de su corazón. Jamás en sus quince años de vida pensó que pudiese pasarle a ella, la única chica intocable de tercero. Cada vez que lo veía olvidaba todo lo demás, y cuando no podía observarlo su rostro se le aparecía en la mente.

Dejó de dormir, dejó de estudiar, y si no hubiese sido por su madre hubiese dejado de comer también. Iba al instituto sólo para ver sus preciosos ojos y para imaginar que le dirigía su sonrisa a ella.

Espe no se lo contó a nadie, le daba vergüenza. La “asexual” enamorada, ¿qué pensarían los demás? Nadie debía saberlo. Pero tenía que hacer algo. Como no tenía gran imaginación empezó a mandarle privados desde una cuenta falsa con un nick en clave, “lo que nunca debió ocurrir”.

Ése era el nombre de la chica anónima que no paraba de mandarle mensajes a Marcus. Él estaba dispuesto a cualquier cosa para encontrarla, ¿pero quién sería? Sabía que estaban en el mismo instituto y que debía ser de su curso o del anterior, pero sumando había ocho clases entre las que buscar y no se le ocurría el modo de que ese plan fuera factible. Pasaron los días y él solo podía pensar en esa chica escondida tras un nick y una foto de perfil de una bonita amapola.

Un día Espe recibió un nuevo mensaje de Marcus:

“Por favor, dime quién eres. Necesito verte, al menos necesito una cara en la que pensar todo el día. Ya no me sirve simbolizarte con la flor de tu nick y saber que tú estás tan cerca. Quiero conocerte en persona. Mañana estaré esperándote en el roble que hay detrás de la escuela al terminar las clases, no me falles.
Todo tuyo, Marcus.”

Las mariposas del estómago de Espe no pararon de revolotear durante todo el día al pensar en el encuentro con Marcus. ¿Y si no le gustaba? ¿Y si se había hecho otra idea de ella y la rechazaba como si se hubiese equivocado de número de teléfono?

La campana tocó y Marcus salió de clase como si fuera un día normal, pero no lo era. Por dentro estaba hirviendo de la emoción y sólo esperaba que ella asistiera a la cita.

Llegó el momento, y por fin, después de tantas semanas hablando por Internet la conoció. Cuando llegó ya estaba allí, esperándolo sentada bajo el roble con la cabeza gacha hasta que oyó sus pasos. Entonces vio por primera vez sus ojos, marrones como el chocolate y brillantes como el sol, casi como fundiéndose entre esa espesa melena de pelo castaño oscuro.

Él se acercó despacio y despacio se sentó junto a ella.

-¿Cómo te llamas? -fue su única pregunta.

-Espe -dijo ella en susurros.

Él se acercó y mientras parecía que se les iban a salir los corazones del pecho sus labios se rozaron terminando con su espera como si de fuegos artificiales se tratara.

2 comentarios:

  1. Me parece un poco precipitado que se besen nada mas conocerse.

    Pero es muy romántico. :)

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    1. No es que se besen nada más conocerse. Lo que pasa es que se tienen muchas ganas después hablarse durante tanto tiempo pero sin verse ^^.
      Gracias por comentar ;).
      Muchos besos desde lecturasilenciosas.blogspot.com

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